En los años cuarenta y siguientes hubo una labor intensa en la Real Biblioteca pues, al morir Fernando VII, la reina viuda, doña María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, decide ocupar para sus habitaciones privadas toda el "ala de san Gil", por ser muy soleada, que estaba ubicada enfrente de la catedral de la Almudena y se traslada la librería de cámara al ángulo opuesto, el actual.
Durante esos años cuarenta se ubicaron los libros en librerías hechas a medida en maderas nobles y hubo un serio proyecto de instalación, de catalogación en papeletas y de asiento en índices manuscritos.
Durante todos esos años cincuenta y desde su ingreso, Abdón se dedica así a su labor como escribiente y en marzo de 1859 manifiesta haber "acabado el Índice de manuscritos y estaba en el tercer volumen de impresos".
Carnicero, como hiciera Salvá, elogia su "buena letra e instrucción en algunos idiomas".
Fue compañero en la Real Biblioteca de José María Nogués, oficial primero, y Juan de Coupigny y Courten, oficial segundo.