No era ese, sin embargo, el camino que iba a seguir.
Se formó primeramente siendo discípulo de José Larrocha, en Granada, en cuyo taller encontró a quien sería uno de su mejores amigos, al también pintor José María López Mezquita.
Se ha dicho que no cesó de avanzar hasta su muerte.
José María Rodríguez-Acosta matizó su pintura, de una paleta restrictiva, que en las naturalezas muertas cobró su máxima expresividad.
Rodríguez-Acosta moría en 1941, dejando tras él su obra, conservada en parte en numerosos museos, junto a la pintura La noche (1941) que quedaría inacabada debido a su repentina muerte, y el edificio que le sirvió de estudio, convertido hoy en Granada en el Museo Fundación que lleva su nombre en señal de distinción.