En Inglaterra, Jáuregui conoció a Teodora Narváez, con la cual se casó en 1970 tras abandonar el sacerdocio, y con la que tendría cinco hijos.
Al año siguiente publicó su primer libro, Las Reglas del Juego: las Tribus y comenzó a emitirse, en TVE-2, su serie televisiva titulada Las Reglas del Juego, de 16 capítulos, que posteriormente fue emitida también en TVE-1 y en las televisiones de varios países.
[8] Dirigió además la extensión cultural de la UPNA, organizando conferencias con personalidades como el Dalai Lama, Heinrich Rohrer o Camilo José Cela.
En estos últimos años publicó numerosos libros, el más popular Cerebro y Emociones: el ordenador emocional (1997).
Esta academia concedería además, cada año, un premio a las personas que más hubieran contribuido al mantenimiento y la difusión de los valores europeos o a la creación y fortalecimiento de la Unión Europea.
En su libro y su serie televisiva Las Reglas del Juego (1977) aplicó el concepto de "tribu" (sin connotaciones despectivas) no solo a las sociedades pequeñas y sencillas que han estudiado tradicionalmente los antropólogos, sino también a sociedades territoriales como Cataluña, España, Europa o Estados Unidos.
[1] Según Jáuregui, el ser humano es un animal "jugador" que compite como individuo y como miembro de distintos grupos, y uno de los juegos fundamentales que orientan su vida social es el juego territorial.
El "sentimiento tribal" impulsa al individuo a trabajar, crear y luchar por su sociedad territorial, incluso hasta el punto de sacrificar su vida por ella.
[17][2] Por otro lado, las ideas de Jáuregui sobre mecanismos "biosociales" -mecanismos de comportamiento que se refieren a la vida social, como la vergüenza, el lenguaje, las normas sociales o incluso la religión, pero que Jáuregui consideraba innatos y universales en la especie humana- se acercaban a la sociobiología del etólogo Edward O.
En su búsqueda de una cultura común europea, por ejemplo, abogó por un europeísmo sin eurocentrismo: "No deberíamos los europeos caer en ninguna estúpida arrogancia tribal al maravillarnos del 'patrimonio cultural común' que hemos heredado.
Pero es nuestro deber conocer, mantener y preservar nuestra cultura y hacer cuanto esté en nuestras manos para que siga dialogando Platón, componiendo Mozart, escribiendo Cervantes, pintando Miguel Ángel y fabricando los 'stradivarius' Antonio Stradivari, no para imponer nuestra cultura a nadie, sino para ofrecer en un espíritu de servicio, de solidaridad y de agradecimiento nuestros productos culturales a toda la familia humana, teniendo en cuenta la deuda inmensa y desconocida que hemos contraído con otras sociedades que nos han regalado sus maravillosos inventos culturales y recordando siempre el consejo de Montesquieu: 'Jamás haré nada que beneficie a Francia si perjudica a Europa; jamás haré nada que beneficie a Europa si perjudica a la Humanidad'.