[3][4] El mismo año 1839 la Sacramental de Santa María y del Hospital General le encomendó los planos de su propia necrópolis en el cerro de San Dámaso, aunque por dificultades económicas su monumental proyecto resultó drásticamente simplificado.
La planta rectangular, propia de la tipología claustral, como la más apropiada a la función funeraria, se ve ligeramente alterada por los pórticos tetrástilos leventemente salientes de los lados norte y sur.
De un modo muy personal, Alejandro y Álvarez utilizó en ellos un orden dórico de gruesos fustes que arrancan directamente del suelo y prescindió del friso para lograr un efecto de severa pesadez y quietud.
Atravesando los pórticos se accede a sendas rotondas con pilastras y capiteles de orden compuesto cubiertas por cúpulas con casetones y lucernarios, flanqueadas a derecha e izquierda por dos galerías cubiertas con bóvedas de cañón rebajado.
El conjunto debía completarse con elementos de decoración escultórica cuyos diseños presentó el arquitecto en 1845, actualmente perdidos o gravemente dañados.