[1] Aunque se cita más de 5.000 veces,[2] ha surgido controversia porque varios estudios recientes no han logrado replicarlo.
[10] Ese mismo año fue contratado como profesor asistente en la Universidad de Nueva York, donde permaneció durante 22 años.
Bargh siguió el ejemplo de William James al afirmar que el procesamiento automatizado o habitualizado puede ser una adaptación beneficiosa.
La exposición a estímulos del ambiente puede influir en el modo en que los sujetos dan impresiones de las demás personas.
Así lo demostraron en 1982 por Bargh y Pietromonaco[11] al asignar aleatoriamente sujetos para exponerlos a palabras relacionadas con la hostilidad o de tipo neutral, presentadas fuera de la consciencia; en una segunda tarea, se les pidió que leyeran una historia ambigua sobre un hombre y lo calificaran según varias medidas.
Esto ocurre incluso cuando no se le ha pedido al sujeto que piense de antemano en su evaluación del estímulo.
Los autores son claros al trazar una distinción entre el priming utilizado en estos estudios y el mito de los mensajes subliminales.
Los autores sugieren que este mimetismo inconsciente conduciría a una mayor cohesión y coordinación del grupo.
Los estímulos a menudo se interpretan y evalúan en función de su relevancia para nuestros objetivos.
Por ejemplo, una representación mental de una pareja desencadena un comportamiento orientado a objetivos consistente con lo que se espera para esa relación específica.
Luego, todos los sujetos hicieron una breve presentación oral mientras se les monitoreaba la frecuencia cardíaca.
[27] Bargh y sus colegas también encontraron evidencia de que el calor físico influyeba en cuán generosos eran los participantes provinciales.
[28] Sin embargo, tres estudios independientes con muestras más grandes no lograron replicar el efecto.
[29] Bargh y Shalev[30] están abordando actualmente cómo se puede utilizar este vínculo psicológico-fisiológico para regular las emociones.
Por lo tanto, alterar la propia situación física puede dar lugar a respuestas emocionales, incluso sin ser consciente de ello.
Bargh postula, junto con Daniel Wegner y otros científicos en el campo, que el concepto de «libre albedrío» es una ilusión.