Luego compondría un poema de épica culta en español, La Carolea (1560), que narra algunos momentos de la vida del emperador Carlos V; la obra adolece de maniqueísmo, pues mientras que el héroe aparece adornado de todas las perfecciones Francisco I de Francia no posee ninguna, es déspota y necio.
Hay personajes alegóricos, como la Fama y la Esperanza, descripciones del infierno, sueños proféticos y visiones fantásticas.
Aunque alguna vez cae en la monotonía, la obra posee un lenguaje ágil.
La primera parte, aparecida en Amberes en 1554, es una versión caballeresca y alegórica del Antiguo Testamento, y en ella se relatan, en el estilo típico de los libros de caballerías, las vidas de varios de los patriarcas, profetas, jueces y reyes de Israel, presentados como caballeros, mientras que Dios es el Emperador Celestial.
En la segunda parte, la alegoría se refiere al Nuevo Testamento, y su protagonista es Jesús, presentado también como caballero andante, hijo del Emperador Celestial.