La fortaleza de Castelnuovo di Quero cayó al ser asediada por los franceses y Jerónimo resultó prisionero.
Jerónimo atribuyó su liberación a una intervención especial de la Virgen María.
Le fue encomendada la dirección del hospital de Bersaglio; además alquiló un taller en las cercanías de San Basilio donde enseñaba a trabajar la lana a huérfanos y pobres.
Tras una gran epidemia en 1531, Jerónimo contrajo fiebre hemorrágica de la cual se recuperó.
Ahí se le unieron sus primeros discípulos, los nobles sacerdotes Alejandro Besozzi y Agustín Barili.
En 1533, pidió permiso al obispo para trasladarse con 35 de sus huérfanos a Milán donde, con apoyo financiero de los nobles entre los que se contaba el duque Francisco Sforza, le fue entregada una casa anexa al Hospital Mayor para establecerse con los huérfanos.