Jean Patou

En 1913, un comprador norteamericano, conocido como el «mayorazgo» Liechtenstein, llegado para comprar varios modelos regresa a su país con la colección completa, prueba del interés creciente que suscitan las creaciones de Jean Patou.

Además, esta compra consolida la Maison Parry y el estilo Patou e inicia su difusión en los EE.

Debido a sus vivencias en el frente, Patou desarrolla una nueva forma de relaciones humanas, que aplica también en su firma.

En esta ocasión Lenglen apareció con una falda plisada de algodón blanco, larga hasta debajo de la rodilla (las pantorrillas quedaban a la vista), medias, una blusa sin mangas (los antebrazos quedaban a la vista), y una diadema elástica de color naranja,[5]​ dejando en el armario las faldas largas hasta casi los tobillos, corsé, sombrerito... Al mismo tiempo, la sociedad posterior a la Primera Guerra Mundial defiende la libertad reencontrada, favorece el intercambio y se establecen nuevos hábitos y formas de comportamiento como los viajes y las estancias en provincias, gracias al desarrollo del automóvil.

Las mujeres se vuelven más activas e independientes, deseando mantener estos logros recientes, alentados por la novela La Garzona (en el original francés, La Garçonne) de Victor Margueritte, en 1922.

La firma sobrevive gracias a los perfumes, fundamentalmente, «Joy», creado en 1935 por Henri Alméras para Patou con el mismo mimo que un modelo de alta costura para los clientes que ya no podían permitirse el lujo de comprar esos modelos.

Patou realizó también el entonces audaz uniforme sin mangas y largo hasta la rodilla de la tenista Suzanne Lenglen.

En 1923, Raymond Barbas, cuñado de Jean Patou, creó una división en la empresa dedicada a la perfumería.