El arquitecto suizo Mario Botta, con el arquitecto toscano Roberto Aureli, ha dibujado el pabellón de entrada, una pared medianera con una gran abertura circular al centro, pensado como un divisoria entre el Jardín y la realidad cotidiana.
En 1997 Niki de Saint Phalle creó a la Fundación El Jardín del Tarot, cuyo objetivo es preservar y mantener la obra realizada por la escultora.
[6] Además, con la decoración de su escultura-vivienda, la Emperatriz-Esfinge, Niki de Saint Phalle ha elaborado y realizado la otra estrecha relación entre arte, arquitectura y diseño,[7] mientras que, aún, presentes y evidentes son la integración arte-naturaleza, tradición-contemporaneidad, formas-color, materia-espíritu, de manera que el Jardín del Tarot es una obra integral.
[8] En el proyecto, el muro ha tomado cada vez más espesor para ser equipado, en el interior, con los servicios requeridos por una actividad de tránsito; las dos paredes paralelas están divididas por un espacio, pavimentado en pórfido, que acoge, a los lados de la abertura circular, las estructuras de metal y vidrio para la taquilla y la pequeña tienda.
Al cruzar el umbral, el camino de ripio sube hasta la gran plaza central ocupada por una piscina y dominada por las figuras unidas de la Papisa y el Mago, los primeros arcanos mayores del Tarot que marcan el inicio del recorrido.
El árbol de la Vida está en contraste con el espacio cable encerrado en las columnas del Papa.
En el centro del patio, rodeado por este ondulado pórtico, está una piscina circular en la que cuatro felices, pintadas nanas se bañan, chorreando de los pechos chorros de agua.
En la parte posterior del Castillo, desconectada pero incumbente, se eleva la Torre, símbolo de las construcciones mentales no fundadas sobre bases sólidas, enteramente cubierta con espejos y decapitada por la violencia del rayo-máquina-chatarra pensada por Jean Tinguely.
Desde las ventanas rectangulares recortadas a lo largo de las paredes de la Torre se puede ver el interior del edificio, cuyas estrechas habitaciones habían sido destinadas a oficina, hoy no accesible.
Anteriormente cerrada al público es también la escultura más representativa e importante del complejo, la Emperatriz-Esfinge en la que Niki de Saint Phalle vivió durante largos períodos de tiempo durante los trabajos.