Fue uno de los primeros sacerdotes en prestar el juramento que establecía la Constitución Civil del Clero aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente.
Su intervención activa en la revolución comenzó en la primavera de 1792, cuando hizo público el Discurso sobre los medios para salvar Francia y la libertad que incluía el «establecimiento de almacenes públicos en los que el precio de las mercancías se pondrá a subasta, en todas las ciudades y aldeas», y la aplicación de la pena de muerte a los «acaparadores», en un momento en que se había iniciado una aguda crisis de subsistencias que estaba afectando gravemente a las clases populares.
El diario de Marat L'Ami du peuple, le llamó «incendiario de la sección de Gravilliers» y Robespierre «escritor mercenario», una insinuación «absolutamente calumniosa», según el historiador Albert Soboul, porque «no puede ponerse en duda la sinceridad de los enragés, ni su ardor por la causa del pueblo».
Según Albert Soboul, «Jacques Roux no concebía que los servicios rendidos a la Revolución no fueran suficiente aval para disculpar a los ojos de los Comités de Gobierno, preocupados por el equilibrio, la agitación a veces desordenada de los enragés y los sans-culottes avanzados, y los ataques de éstos contra la dictadura jacobina en vías de estabilización».
Sin embargo, más recientemente Albert Soboul ha considerado que esos apelativos son «anacronismos», añadiendo a continuación: «Simplemente digamos que fue militante de una sección, ligado al pueblo y que reflejaba las aspiraciones y tendencias de éste con una penetración de espíritu, un vigor de análisis y una sinceridad y un calor en el tono poco comunes».