A los nueve años se traslada con sus padres al pueblo palentino de Menaza, donde tuvo como maestro a Rufino Bruno, que continuó la labor comenzada por los Hermanos Maristas.
Desde joven compartía el pan de su pobreza con los pobres, recibiendo con frecuencia y alojando en su modesta casa a pobres y mendigos transeúntes.
Posteriormente pasó a cumplir este servicio en la Clínica Militar de Ciempozuelos, donde eran asistidos los enfermos mentales militares.
Apenas un mes después de su detención, es vuelto a hacer prisionero, el 18 de septiembre, por varios enfermeros milicianos, que le incitaron blasfemar, pero al no acceder, lo maltrataron y condenaron a ser fusilado.
Fue llevado a las afueras de Ciempozuelos y en un puente le colocaron una soga al cuello y al caer, quedó estrangulado; posteriormente procedieron a disparar contra su cuerpo inerte.