Su esposa, Rebeca Bernstein, nacida en Rusia, había escapado a Países Bajos tras el llamado «enésimo pogromo».
Según su hija, era una mujer pasional, caótica y distinta del marido en casi todo.
Mischa era un músico genial que a los 6 años tocaba Beethoven en público.
Etty, en Ámsterdam, obtuvo su primer diploma en jurisprudencia, y luego se inscribió en la facultad de lenguas eslavas.
Algunas de las últimas frases dicen: Etty dejó sus diarios a unos amigos, con los que también mantuvo una larga correspondencia durante su encarcelamiento en Westerbork.
Se conocen ocho personas que sobrevivieron a este transporte.
El libro se convirtió rápidamente en todo un éxito en Países Bajos, especialmente al tratarse de una persona que eligió voluntariamente la deportación, una judía que se solidariza con los demás perseguidos.
La singularidad de su testimonio radica en su valor humano, ético y trascendental, muy influenciado por el escritor Rainer Maria Rilke.
En este diario, Etty evoca su evolución espiritual a través de una mirada profunda hacia su interior.