El reino de España, que en este período poseía grandes territorios e influencia en la península italiana, elevó dicha prerrogativa en 1605.
En 1644, en el cónclave que eligió al cardenal Giovanni Battista Pamphili como papa Inocencio X, el ius exclusivæ fue ejercido por primera vez, vetando Felipe IV de España la elección del cardenal Sacchetti.
El regente de la corona de Francia, Julio Mazarino llegó demasiado tarde a dicho cónclave para presentar el veto francés contra el cardenal Pamphili, que ya había sido elegido.
Este derecho nunca fue formalmente reconocido por el papado, aunque los diferentes cónclaves han considerado conveniente reconocer las objeciones contra ciertos cardenales papables (los considerados como más fuertes candidatos al papado), y aceptar las interferencias seculares como un abuso inevitable de monarcas europeos católicos con gran influencia política, capaces de afectar los intereses de los Estados Pontificios.
Aunque no es imposible que poderes seculares pudieran influir en el cónclave, las regulaciones actuales del mismo minimizan dichas posibilidades, además de impedir por completo la presentación de "vetos" seculares en esta elección.