[1] Durante el Renacimiento, los procesos políticos eran dominados por los hombres y las mujeres no podían participar en la vida pública.
Las escuelas estaban preparadas para enseñar poesía, gramática, retórica, historia y filosofía moral, lo que ayudaría cualquier joven en su futuro político.
Si la respuesta traía apoyo y alabanza al aprendiz, esa noticia se iría esparciendo, ganando terreno para la construcción de su carrera.
Sin embargo, no esperaban que estas tuvieran una vida académica y literaria activa, pues el foro estaba prohibido a las mujeres.
En el panfleto Plinius demostraba su rabia contra ella por mostrar una tendencia tan antinatural, alegando que “una mujer eloquente nunca es casta”.
[2] En 1440, escribió al humanista Damiano del Borgo una lista de las grandes hazañas de las heroínas del pasado, incluyendo a las amazonas y otras mujeres eruditas, preguntándole que si no era cierto que las mujeres superaban a los hombres en elocuencia y en virtud.
Se recluyó en su casa con su madre, en la propiedad que la familia Nogarola poseía fuera de la ciudad.