Ismael Pozo Velit

Fue designado como profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima, en la década del 40, siguiendo la línea formal y temas tratados en parte por su maestro Piqueras y en parte por su apego natural a las raíces andinas, que mantuvo constante alrededor de su obra, motivo incluso por lo cual estuvo a punto de ser tachado en la ENBA, por no compartir las nuevas tendencias, que se imponían con el nuevo grupo de los abstractos y es debido a esta situación que decide poner su propio taller en el distrito limeño de Magdalena del Mar.

Inclusive los pocos escritos acerca de su persona y de su actividad como artista se refieren a lo mencionado, aun siendo estos datos muy escasos en lo concerniente a su obra.

Tanto Ugarte Eléspuru como Huerto Wong señalan que su categoría de artista está vinculada a un acercamiento con el terruño, en el que mente y espíritu se nutrían en la tradición, siendo este el lazo entre su expresión artística y sus ideas.

Natalia Majluf, historiadora peruana, señala que con la excepción de Piqueras Cotolí y Victorio Macho, ambos españoles, la escultura en el Perú no logra la importancia de la pintura, y no es sino hasta 1940 con Joaquín Roca Rey, que observa una nueva formulación moderna, dejando relegada la obra de Ismael Pozo.

También se mencionan en diversos libros otras obras como: “el Coquero”, “Maternidad”, “la Marca del Esclavo”, “el Chasqui”, de las cuales aún se desconoce su paradero final, ya que algunas de ellas, estaban destinadas para espacios públicos, y al ocurrir los cambios urbanísticos en Lima, fueron removidas de su lugar original, y ahora descansan en algún depósito desconocido.

La yunta
Monumento a Mateo Paz Soldán