Familia muy virtuosa en la que nunca faltaban al Rosario y a la Santa Misa todos los días.
Desde muy pequeña, Isabel se caracterizó por sus grandes dotes artísticos, ejecutaba hábilmente piezas clásicas en instrumentos como piano, violín y guitarra, además de poseer voz de soprano.
Aún en la ancianidad, impactaba interpretando a Chopin, Mozart o Strauss.
La tarea parecía superior a sus fuerzas; exhausta se rindió al sueño y cuando se despertó, tocó el piano durante muchas horas, parecía como si hubiese tenido un sueño inspirador.
Este proceso de composición, en el que la autora visualizó toda su vida, en especial las veces que había tomado contacto con las procesiones y el Santuario de Las Nazarenas, se inspiró en las apoteósicas salidas del Señor de su Templo y Monasterio y en la efigie que mira a sus fieles.