Especializada en el género chico, tan de boga en la época, en 1894 debutó en el Teatro Apolo de Madrid, para pasar seguidamente al Teatro Eslava, donde estrenó El tambor de granaderos.
Después volvió al Apolo, sobre cuyo escenario desarrolló lo más granado de su carrera profesional: Agua, azucarillos y aguardiente, La Revoltosa, La fiesta de San Antón, Doloretes.
Tuvo a Ruperto Chapí como uno de los impulsores de su carrera y compartió escenario con los más grandes de su época: Emilio Mesejo, Rosario Pino, Luisa Campos, etc.
Fue retratada en 1904 por Joaquín Sorolla, dicha obra se encuentra en la actualidad en el Museo de Bellas Artes de Valencia.
Eduardo Zamacois escribió una novela de memorias sobre ella en 1905.