Al nacer una infanta (después jurada princesa heredera y que acabaría siendo Isabel II) no se le impuso la condecoración prevista.
Posteriormente, en 1850 se repitió una situación parecida cuando la comisión asturiana no pudo entregar la condecoración por haber nacido muerto, un varón, Fernando.
[Nota 1][2] En esta ocasión la comisión asturiana presentó a la princesa únicamente las mantillas y no la condecoración.
[1][6] La condecoración histórica consistía en una placa ovalada en la que se disponía la Cruz de la Victoria sobre un fondo esmaltado en azul.
[1][6] La insignia era entregada solemnemente por una comisión especialmente formada al efecto, elegida por la Diputación Provincial de Oviedo.