El Infantado de San Pelayo fue una célebre institución medieval establecida a favor de las infantas solteras que viviendo en monasterios llegaron a regir gran cantidad de ellos, aportando como dote poblados y propiedades.
Estas infantas solteras leonesas ostentaron el título de Dominas o Abadesas.
En la ciudad de León, se había creado la comunidad de Dominas del Infantado en el monasterio de Palat del Rey, construido en el siglo X por el rey Ramiro II, especialmente para su hija Elvira.
En 966 el rey Sancho I fundó el monasterio de San Pelayo en la ciudad de León, consagrado en honor del mártir cordobés san Pelayo cuyos restos fueron trasladados por el rey a la capital del reino, aunque más tarde fueron llevados a Oviedo.
Ubicado al lado del Panteón de Reyes de San Isidoro de León, este monasterio sustituyó al monasterio de Palat del Rey como cenobio cortesano y se convirtió en la «cabeza del infantazgo» donde se recluían las infantas que tomaban el hábito así como las reinas viudas.