Es reconocido por el gran empeño de renovación de su Orden y otras instituciones católicas, según las directrices del Concilio Vaticano II.
Se esforzó por esclarecer la nueva identidad de la Orden e impulsar a que los trinitarios tomaran conciencia de la misma.
Posteriormente, desde 1983, tomó parte en todos los Capítulos y Congregaciones generales del siglo XX, siendo también agente activo en la preparación de los diversos Instrumentum laboris para las mismas.
Los últimos años de su vida los pasó en la comunidad trinitaria del Santísimo Redentor en Algorta, localidad del municipio de Guecho (Vizcaya).
Escribió numerosas cartas para toda la Familia Trinitaria durante su gobierno como general de la Orden.