El pueblo pasó como propiedad al Cabildo de Vyšehrad como regalo del rey Soběslav II.
El interior de esta iglesia románica estaba probablemente decorado con pinturas murales.
El presbiterio fue embovedado con una bóveda reticular sobre ménsulas y fue provisto de una cubierta a doble pendiente.
Esta bóveda horcajada se considera una de las más antiguas en el país.
Por tanto estuvo defendida esta iglesia utraquista ante un destrozo o una pérdida en los tiempos de la Sublevación Husita.
La iglesia fue enlucida y el maestro Jan Kohoutek pintó las paredes.
El pintor Jakub Slánský completó la pintura por encima del púlpito y Petr Smolík escribió en las paredes texto de una compactata.
En 1779 fue construido un portal barroco en el lado norte (que daba a la calle).
La iglesia se convirtió sucesivamente en una casa residencial y fue dividida en dos plantas de las cuales la inferior contenía unos tendajos.
En 1909 fue colocada en el muro septentrional del presbiterio una placa conmemorativa de la familia Brokof realizada por Josef Mařatka.
La iglesia de San Martín despertaba atención en la literatura sobre todo después del descubrimiento de su núcleo románico durante una restauración que fue realizada por Kamil Hilbert a principios del siglo XX.
Una gárgola en forma de un niño pequeño situada en la iglesia tiene que ver con una leyenda.
Como su situación económica comenzó a deteriorarse después de un cierto tiempo, buscó un otro empleo como sirvienta.
Allí avistó a su hijo travieso corriendo por encima de este edificio sagrado.
Eso la enojó muchísimo, y así gritó: “¡Qué incrédulo eres, que te quedaras hecho una piedra por este pecado!” Tan sólo lo contó, hasta el fin la maldición se hizo realidad.