[1][2] Los estudios empíricos muestran que el razonamiento y la emoción sólo predicen moderadamente la acción moral.
A medida que el lado subjetivo de la identidad madura, el lado objetivo tiende a inclinarse hacia contenidos internos como valores, creencias y metas, en lugar de contenidos de identidad externos como aspectos físicos, comportamientos y relaciones.
Creía que las virtudes «más elevadas» y complejas se expresan mediante la fuerza de voluntad, mientras que las virtudes «más bajas» y simplistas se expresan en la integridad.
Los objetivos finales del desarrollo moral de la identidad son establecer objetivos centrales y actuar en consecuencia, así como utilizar las fortalezas propias para marcar la diferencia.
Se dice que los ejemplares morales tienen las mismas preocupaciones y compromisos que otras personas morales, pero en mayor grado, «extensiones en alcance, intensidad y amplitud».
[9] Además, los ejemplares poseen la capacidad de estar abiertos a nuevas ideas y experiencias, también conocida como «receptividad activa»[10]a cosas exteriores a ellos mismos.
Daniel Hart realizó un estudio utilizando adolescentes afroamericanos y latinoamericanos (Care Exemplars) para ver cómo los adolescentes que participaban en niveles ejemplares de conducta prosocial se veían a sí mismos en varios aspectos.
En un modelo de autoconcepto como teoría, los ejemplares se encontraban con mayor frecuencia en el nivel 4, un nivel de autoteoría poco común alcanzado por los adolescentes, pero más común entre los ejemplares.
Sin embargo, no hubo diferencias significativas entre los ejemplares y el grupo de control con respecto al conocimiento moral, lo que indica que no hay sofisticación genética o de desarrollo entre los grupos.
[11] David Wong propone que pensemos en las culturas en analogía con una conversación, hay personas con diferentes creencias, valores y normas que pueden expresar su opinión en voz alta o en voz baja, pero con el paso del tiempo estos factores pueden cambiar.
Una cultura moral puede proporcionar a otros miembros una especie de «lenguaje» en el que hay mucho espacio para diferentes «dialectos», lo que permite establecer y expresar más las identidades morales.
Los niños con padres receptivos desarrollan más empatía, prosocialidad, un yo moral y conciencia.