I Reyes

Se lo conoce también como "Libro Tercero de los Reinos" o "III Reyes" en la Septuaginta y la Vulgata latina.

Salomón es presentado como un buen rey al comienzo, es sabio y construye el Templo, tarea que insume siete años.

Judá es gobernada por Roboam, hijo de Salomón, mientras que Israel elige como soberano a Jeroboam.

El concepto básico que transmiten los Libros de los Reyes se puede resumir con estas palabras: Un solo Templo y un solo Dios.

Cada reinado, a su vez, colabora con esa demostración, porque todos los reyes de Israel son condenados.

Pero aun una somera lectura se establecerá con claridad meridiana que el escritor se propone demostrar que aunque Israel tenía un pacto con Dios, la mayor parte de sus monarcas había rechazado y ultrajado las obligaciones inherentes a dicho pacto.

Salomón reunió al pueblo no solo para dedicar el templo sino para que ellos confirmaran su entrega a Dios.

Traer el arca del pacto al templo significó la presencia actual de Dios en ese lugar.

"La nube que llenó la casa de Jehová", son tomadas por algunos como una alusión al Espíritu Santo.

El versículo 2 relata como Dios le apareció por segunda vez, después de la dedicación del templo (véase 1 R. 3:4-14).

Dios le marcó a Salomón el camino: (1) andar delante de mí como anduvo David tu padre, de corazón, (2) hacer las cosas que yo te he mandado, (3) guardar mis estatutos y decretos.

Otras versiones como el relato del Corán y el Kebra Nagast cuentan que la reina quedó tan impresionada con la sabiduría del rey Salomón que se convirtió al monoteísmo y hasta se llegó a decir que la mencionada reina tuvo un hijo del rey hebreo.

Sin duda, la cualidad más sobresaliente del rey Salomón, y la que lo hizo famoso, fue su gran sabiduría.

La muestra de sabiduría en el conflicto entre dos prostitutas que afirmaban ser la madre del mismo bebé también se menciona en los escritos rabínicos.

No lograba negarse a los deseos lujuriosos ni dejaba de transigir con sus esposas paganas.

Ya sea que se casara para fortalecer las alianzas políticas o para obtener un placer personal, estas esposas extranjeras lo llevaron a la idolatría.

Esto hizo, sin embargo, que en la segunda mitad de su reinado cayera en la idolatría, inducido por sus numerosas esposas extranjeras.

Mientras Judá y Benjamín corrieron en su apoyo, las tribus separadas hicieron rey a Jeroboam.

La guerra civil y el derramamiento de sangre quedaron conjurados cuando Roboam escuchó la advertencia del profeta Semaías para retener sus fuerzas.

Si la fortificación de Penuel, al este del Jordán, tuvo la misma implicación, es algo que no parece cierto.

Jeroboam residió en la bella ciudad de Tirsa, que fue utilizada como la capital bajo la próxima dinastía (I Reyes 14:17).

Aparentemente Jeroboam encontró interesante el retener la pauta gubernamental del reino como había prevalecido en tiempos de Salomón.

Erigiendo becerros de oro en Dan y en Betel, instituyó la idolatría en Israel (II Crón.

Nombró sacerdotes libremente ignorando las restricciones de Moisés y permitiendo a los israelitas ofrecer sacrificios en varios lugares altos por todo el país.

El rey deseó recompensar al profeta, pero este último no quiso ni siquiera aceptar su hospitalidad.

Al paso de pocos años, el terrible aviso del profeta fue cumplido en su totalidad.

En el futuro, ambos reinos se enfrentarían frecuentemente, lo que aprovecharían los Estados enemigos vecinos.

1 Reyes 15:3 dice: “Y anduvo en todos los pecados que su padre había cometido antes de él; y no fue su corazón perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de David su padre”.

Era hijo de Abías, y se nos dice que hizo lo recto ante los ojos del Señor, como David su padre.

Leemos en 2 Crónicas 14:2-6: “E hizo Asa lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová su Dios.