El 22 hubo una manifestación presidida por Francisco Barroetaveña, el socialista Alfredo Palacios, el entonces nacionalista Ricardo Rojas, entre otros, exigiendo la ruptura de vínculos con Alemania.
El gobierno argentino dispuso que los barcos alemanes internados en el puerto de Buenos Aires fuesen vigilados por guardias armados que solo fueron retirados al terminar el incidente y el 22 de abril hizo un reclamo enérgico al gobierno alemán, afirmando que el incidente “es evidentemente contrario a los principios de Derecho Internacional consagrados, a la neutralidad observada estrictamente en todo momento por la República Argentina, y a las relaciones cordiales entre este país y ese Imperio” y que “el hundimiento del "Monte Protegido" (...) constituye una ofensa a la soberanía argentina, que pone al gobierno de la República en el caso de formular la justa protesta y la reclamación de las explicaciones consiguientes.
El gobierno argentino espera que el gobierno imperial alemán (...) le dará las satisfacciones debidas, desagraviando el pabellón, y acordará la reparación del daño material.” (...)[1] La respuesta alemana del 28 de abril de 1917 tuvo un tono conciliador y buscó para dar sus excusas a través del secretario de Estado Arthur Zimmermann un fundamento que no le inhibiera para futuras acciones análogas, aceptando su responsabilidad con el argumento legal de que el barco había zarpado antes de que se declarase la guerra submarina sin restricciones y señalando la disposición del gobierno alemán a reparar el daño causado.
Por su parte, el embajador alemán en Buenos Aires Karl Graf von Luxburg o Karl Conde de Luxburg, (cuyo nombre completo era Karl Ludwig Conde de Luxburg Príncipe Carolath-Beuthen y Príncipe de Schoenaich-Carolath / en alemán Karl Ludwig Count of Luxburg Furst zu Carolath-Beuthen und Prínce zu Schoenaich-Carolath) sostuvo que las autoridades germanas habían resuelto desagraviar el pabellón argentino por este incidente.
No es posible que sus productos neutrales se califiquen en momento alguno como contrabando de guerra.
Se suscitaron nuevos incidentes diplomáticos con Alemania al filtrarse el contenido de unos cables reservados del embajador alemán en Buenos Aires, Karl von Luxburg, en los que les aconsejaba a sus submarinos dejar pasar o hundir, sin dejar rastros, a los barcos argentinos Guazú y Orán, y trataba en éstos términos al canciller argentino Honorio Pueyrredón: «He sabido de fuente segura que el ministro interino de Relaciones Exteriores, que es un notorio asno y anglófilo, declaró en sesión secreta del Senado, que la Argentina exigiría de Berlín la promesa de no hundir más barcos argentinos.
Yrigoyen tomó la cosa con calma sabiendo que los partidarios de la entrada argentina a la Gran Guerra podrían encontrar en el episodio un excelente justificativo.