Humberto Jaimes Sánchez

Su obra comienza a alcanzar notoriedad luego de establecerse en París en 1955.

Su valiosa participación en el desarrollo del grabado moderno en Venezuela cimentó su reputación entre los más destacados exponentes de las artes gráficas locales.

Igualmente, desarrolló una labor dentro del diseño gráfico que como ejecutante y docente le permitió valiosos aportes en esta disciplina en el país.

Una cualidad determinante en la obra de Jaimes Sánchez es la persistencia del color y la textura como elementos sensibles que dentro del lenguaje abstracto ayudan a activar las referencias al paisaje andino y a la selva venezolana.

Su padre tenía como oficio la ebanistería y su madre se dedicaba al hogar.

Las primeras letras las aprende con Regina Mujica, madre de Ramón J. Velásquez.

En 1957 atiende una invitación para exponer individualmente en la Pan American Union, Washington, donde reside durante un año.

En esta ciudad participa en el encuentro de pintores latinoamericanos, junto con José Luis Cuevas, Alejandro Obregón, Armando Morales y Rodolfo Abularach, entre otros.

En 1958 regresa a Venezuela y se incorpora como profesor en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas.

A mediados de 1960 acompaña al artista y arqueólogo catalán José María Cruxent en una expedición por el estado Falcón, una experiencia que influirá en su obra, amén de las corrientes informalistas que comienzan a promoverse en el país.

En 1965 asiste como delegado por Venezuela al Seminario sobre arte y artesanía celebrado en México.

Al año siguiente participa en la creación del Taller de Artistas Gráficos Asociados (TAGA).

Este año obtiene el primer premio en el XXXVII Salón Arturo Michelena y regresa a Caracas.

Treinta años de arte contemporáneo 1960-1990” que se muestra en Expo Sevilla 92.

Al año siguiente se conforma la Fundación Humberto Jaimes Sánchez, la cual es administrada por su viuda e hijos.

[5]​ A mediados de esta década, su obra da un giro hacia propuestas cercana al pop art.

Se trataba más bien de una reconciliación con su oficio de dibujante, el cual prácticamente había quedado subyugado por su desempeño como pintor: "En efecto, el dibujo ha sido para mí un obstáculo pictórico.

Lamentándolo mucho, he tenido que maltratarlo hasta echarlo al desván.