El conflicto tuvo lugar en el entorno del actual Deir-el-Medina, donde se hallaba la aldea en la cual residían los trabajadores.
En cualquier caso, en el ámbito académico ha habido interminables debates sobre la denominación del sistema económico egipcio (modo de producción tributario, «asiático», teocracia hidráulica etc.).
El dominio de la tumba (pa jer), así como la comunidad de los trabajadores (pa demi, a cada uno se le asignaba una casa y un lugar para construir su tumba) eran dependientes del visir del sur (primeramente, un personaje llamado Hori y posteriormente Ta).
El visir era la autoridad estatal al cargo del equipo (interior) de la tumba, cuya dirección («jefes de tumba»[a]) recaía en los capataces (dos, uno para cada «lado»[b] de la tumba) y los escribas; el grueso del equipo interior lo constituían los obreros artesanos especializados (canteros, escultores, dibujantes, pintores…), también podían incluirse otros obreros jóvenes contratados según necesidad.
Por otro lado, se encontraba el equipo del exterior, también asociado a la «institución» de la tumba.
La jornada era de ocho horas partida en dos; la semana laboral de 10 días con un único libre, al que había que sumar las festividades religiosas (la más importante era la Bella Fiesta del Valle).
En primer lugar, se encontraba el tribunal local o kanebet, conformado por los jefes de tumba (escriba y jefes del equipo interno), incorporándose en ocasiones otros trabajadores o autoridades externas como el visir u otros escribas.
Ramsés III (Usermaatra Meryam) accede al trono en el año 1184 a. C. como primer faraón cuyo reinado se adscribe completamente a la XX Dinastía tras un turbulento periodo marcado por los cortos y difíciles reinados de los sucesores de Ramsés II (fallecido en 1213 a. C.), así como la crisis generalizada del Bronce final en el Mediterráneo oriental y las invasiones de los llamados «Pueblos del Mar».
Así, surgieron problemas financieros que desembocarían en retrasos en el abono de salarios y, en consecuencia, favorecieron el estallido huelguístico.
Rodos estos fenómenos acabarían afectando en último término al propio monarca, puesto que la frágil situación se convirtió en campo abonado para los complots palaciegos: esposas de su harén y personal de palacio conspiraron para asesinar al faraón en la fiesta del Opet en Tebas para sentar en el trono a Pentaweret, hijo de Tiy, una de sus esposas secundarias.
Edgerton resalta que su implicación como «autoridad» en la huelga le hace justificar su propia posición en el relato de los sucesos.
Sea como fuere, en este punto todavía no estalló el conflicto.
El día 12 los jefes meyday y los porteros junto al escriba Pentaur trasladan el malestar de los trabajadores al «alcalde» de No, recibiendo las raciones correspondientes ese mismo día.
Sin embargo, la Casa del Faraón parece permanecer ajena a este conflicto, puesto que se reporta la visita del visir Ta el día 28 del mes de Pa-en-Renenutet (cuarto de peret) para la recogida de imágenes votivas para el Heb-Sed, incluso llega a expresar su malestar por lo que considera «acusaciones infundadas» y se escuda en la falta de grano en los almacenes.
La historia vuelve a transcurrir como unos meses antes: los trabajadores reciben su ración el primer día del primer mes de shemu[g] pero el jefe de equipo incita a los obreros del interior a solidarizarse con los trabajadores del semedet y ponerse de su lado continuando la protesta.
Son fuerzas activas en ella como confianza, valía, humor, astucia y constancia […].
Con la potestad de asistir al entierro real cuando llegase el momento.
Estas circunstancias se encuentran expuestas en una carta del escriba Neferhotep al visir.
«Casa»: per, pr, era el nombre que recibían las explotaciones agrarias, unidades básicas de producción, normalmente controladas por el clero.