La forma en que interactuaba con los hombres solía producir adaptaciones de su tamaño al contexto, apareciendo ya como un gigante equiparable a los montes o a los árboles, o bien como un ser pequeñito que se ocultaba bajo las hojas del bosque.
"Hombre salvaje" y términos derivados son los nombres que se utilizan para esta criatura en muchos idiomas;[2] en inglés es "wild man", en alemán wilder mann, y en francés es homme sauvage, mientras que en italiano aparece mencionado como huomo selvatico.
[2] Fuentes medievales alemanas mencionan los nombres para la mujer salvaje lamia y holzmoia (o alguna variación de las mismas);[5] el primero en clara referencia al demonio salvaje griego Lamia mientras que el otro calificativo se deriva de Maia, una diosa greco-romana de la tierra y la fertilidad que en otras zonas es identificada como Fauna y que ejerció una amplia influencia en el hombre salvaje medieval.
[2] Varios idiomas y tradiciones incluyen nombres que sugieren afinidades con Orcus, un dios romano e itálico de la muerte.
Existen imágenes talladas y pintadas de hombres salvajes en los rosetones del techo donde las bóvedas se encuentran con los arcos conopiales en la Catedral de Canterbury, en situaciones en los cuales es posible que se encuentre al hombre verde vegetal.
Estas características hacían sus hábitos y costumbres diferentes a los de las mujeres que vivían en las ciudades.
Serrana, cuerpo garrido, manos blancas, ojos bellidos, salteóme en escondido juntico al pie de la cabaña.
Serrana, cuerpo lozano, ojos negros, blancas manos, salteóme en escampado, juntico al pie de la cabaña.