En el territorio del Imperio otomano vivieron varios miles de judíos.
Tras la aprobación del Edicto de Granada por parte de los Reyes Católicos, hubo una emigración masiva hacia tierras que habían sido conquistadas por los turcos otomanos.
Uno de los más influyentes fue el judío portugués José Nasi, que ocupó importantes cargos diplomáticos.
Muchos pudieron llevar una vida desahogada; se les autorizaba a tener esclavos cristianos, lo cual no era frecuente en aquellas tierras".
Las comunidades más importantes fueron las de Estambul –en la que hacia 1600 vivían más de ciento cincuenta mil sefardíes- y Salónica, llamada por un viajero "madre de Israel".