La historia de Siria comprende los acontecimientos que han tenido lugar en este país desde la prehistoria hasta la actualidad, marcados por la situación geográfica.
A lo largo de la antigüedad, el territorio de la actual República Árabe Siria fue ocupado y gobernado por varios imperios, entre ellos los sumerios, mitannios, asirios, babilonios, egipcios, hititas, cananeos, fenicios, arameos, amorreos, persas, griegos y romanos.
Desde 1963, la República Árabe Siria ha estado gobernada por el Partido Baaz, dirigido por la familia Assad en exclusiva desde 1970.
[2] Los arqueólogos han demostrado que la civilización en Siria era una de las más grandes antiguas sobre la Tierra.
Ebla parece haber sido fundada alrededor del 3000 A.C y construyó gradualmente su imperio a través del comercio con las ciudades de Sumeria y Akkad, así como también con pueblos al noroeste.
La civilización ebla fue probablemente conquistada por Sargón de Acad alrededor del año 2260 A.C.
; la ciudad fue restaurada como la nación de los amoritas unos siglos después y floreció a principios del segundo milenio AC hasta que fue conquistada por los hititas.
Durante el segundo milenio a. C., Siria estuvo ocupada sucesivamente por cananeos, fenicios, y arameos como parte de las desorganizaciones generales asociadas con los Pueblos del Mar.
Este control se transfirió a los griegos tras las conquistas de Alejandro Magno.
Siria fue importante en la historia del cristianismo: Pablo de Tarso se convirtió a esta religión en la carretera a Damasco y emergió como una significante figura del primer núcleo de la Iglesia cristiana de Antioquía, primera ciudad no judía que se convirtió al cristianismo.
El imperio islámico se expandió rápidamente y en su apogeo se extendió desde España hasta la India y partes de Asia Central; así Siria prosperó económicamente, siendo el centro del imperio.
En el siglo XIII, llegaron los primeros mongoles, destruyendo ciudades y canales de irrigación.
Tras el derrocamiento del presidente Shishakli en un golpe de 1954, las continuas maniobras políticas apoyadas por facciones competidoras en el ejército llevó finalmente elementos nacionalistas y socialistas árabes al poder.
Más tarde, tropas sirias e iraquíes fueron trasladadas a Jordania para prevenir una posible invasión israelita.
En noviembre de 1956 Siria firmó un pacto con la Unión Soviética, proporcionando un asidero para la influencia comunista dentro del gobierno a cambio de aviones, tanques, y otros equipos militares que eran enviados a Siria.
Durante esta reserva, los comunistas ganaron más control sobre el gobierno y ejército sirios.
El nuevo gobierno sirio exploró la posibilidad de federación con Egipto e Irak controlado por el Ba'ath.
Sin embargo, pronto aparecieron desacuerdos entre las partes y la materialización de la federación tripartita fracasó.
Después de eso, los regímenes del Ba'ath en Siria e Irak comenzaron a trabajar por la unidad bilateral.
Copiada de la inflexión dada al nasserismo por el egipcio Anwar Sadat , la nueva doctrina de Al-Assad hacía hincapié en el nacionalismo sirio, la resistencia contra Israel y el desarrollo del ejército gracias a la ayuda soviética.
Además de liberar a varios centenares de presos políticos, entre ellos Hermanos Musulmanes y comunistas, el nuevo presidente promulgó leyes que facilitaban la inversión privada y el desarrollo del sector bancario.
Pero, presionado por los dirigentes del aparato de seguridad y por temor a que la más mínima apertura desestabilizara todo el edificio, Bashar Al-Assad optó finalmente por el statu quo.
El primero, cuyo ejército acababa de invadir Irak (2003), considera a Siria como otro «Estado canalla», por sus vínculos con Irán y Hezbolá.
El conflicto se inició tras las protestas antigubernamentales de 2011, que degeneraron en enfrentamientos entre las fuerzas armadas del país y la oposición, formada por varios grupos terroristas y apoyados por varios países, incluidas las dos mayores potencias nucleares, así como otras potencias regionales.[5]