Cuando el régimen volvió a crear en 1940 unas capitanerías generales militares dotadas de poder civil, Galicia fue la octava.
De esta forma en las islas Británicas se podían encontrar celtas goidélicos y britones entre otros clanes, en tanto que los de la península ibérica serían conocidos como καλλαικoι (kallaikoi), tal como relata Estrabón en el siglo I a. C. Si bien kallaikoi era sólo la denominación de los clanes celtas galaicos situados en torno a la desembocadura del río Duero, este término acabó identificando a todos los del noroeste peninsular.
[3] El motivo debe encontrarse en su ubicación, una privilegiada zona de paso fluvial y marítimo que favoreció la preeminencia de la pópuli (población) llamada Cale (actual Oporto),[4] cuyos habitantes ya serían llamados caleci o gallaeci por Plinio el Viejo.
[5] La denominación del territorio se consolida en el año 239 d. C. con la reforma administrativa emprendida por Diocleciano cuando es creada la provincia Gallaecia segregándola de la Tarraconensis al abarcar los conventus Bracarensis, Asturiacensis y Lucensis.
Siguiendo la periodización cronológica al uso, se aborda este extenso período histórico comenzando por las primeras manifestaciones culturales del Neolítico en la región (Oestriminios).
Los primeros antecedentes de la posterior configuración territorial y cultural galaicas se registran a partir del Neolítico.
Sin embargo la identidad cultural fraguada en el período megalítico no desaparecerá, sino que continuará transmitiéndose en el tránsito del tercer al primer milenio a. C., como demuestra la existencia de los petroglifos, litografías realizadas en piedra granítica al aire libre.
El profesor (historiador, arqueólogo y escritor) Florentino López Cuevillas, en su obra La civilización céltica en Galicia, después de exponer un estudio exhaustivo sobre el aspecto político y geográfico, asegura que todas estas tribus en su mayor parte no eran celtas.
La ocupación del territorio basándose en fortificaciones es coherente con la presión poblacional y la presencia de minerales, entre ellos el oro, que explicaría el interés romano por extender su dominio al único territorio de la península ibérica que ofrecía una resistencia suficiente para detenerlo.
La situación se mantendría durante los siguientes cien años, sin que las esporádicas expediciones romanas consiguieran internarse más en territorio galaico, siendo la única significativa las de P. Craso del 96 a. C. al 94 a. C. Sin embargo en el 73 a. C., Quinto Sertorio es derrotado de forma que la región al norte del río Tajo recupera su independencia.
La situación seguiría así hasta que diez años después Julio César es designado Propraetor de la Hispania Ulterior.
La cohesión social y territorial definida por los celtas en el territorio galaico se mantendría durante toda la romanización.
Así pues, fue durante esta época cuando la Gallaecia alcanzó sus máximas fronteras, llegando por el oriente hasta las fuentes del río Ebro.
Una reinterpretación de la epigrafía del sarcófago postula que sea Santiago el Mayor quien esté enterrado en ella.
Eborico (también llamado Eurico, 583-584) es destronado por Andeca (584-585), que falla en su intento por evitar la invasión visigoda dirigida por Leovigildo, que se hará efectiva finalmente en 585, convirtiéndose el rico y fértil reino suevo en una parte más del reino godo, titulándose Leovigildo como rey de la Gallaecia, Hispania y la Narbonense.
En décadas posteriores Vímara Pérez, vasallo de Alfonso III, llegó hasta Oporto (tomada en 868) sentando las bases del Condado Portucalense que más tarde daría lugar a Portugal.
Posteriormente, tras la muerte de Fernando I el Magno, y atendiendo a su testamento, sus reinos se reparten entre sus hijos.
A partir de este momento Galicia será dependiente políticamente del rey residente en León y que controla toda la vieja Gallaecia.
Las dificultades en la costa no impidieron una organización donde nobles gallegos del siglo IX y X como Vimara Pérez o Hermenegildo Gutiérrez reorganizaron perfectamente el condado portucalense.
[47] En Galicia y León se mantuvo como código legal el Liber Iudiciorum al contrario de lo que aconteció en los territorios castellanos.
Hasta su disolución este órgano constituyó la expresión política, si bien su existencia como cabía esperar fue poco significativa durante todo el Antiguo Régimen.
Hasta su disolución, este órgano constituyó la expresión política del reino, si bien su existencia fue poco significativa durante todo el Antiguo Régimen.
Con la península bajo dominio napoleónico, la resistencia se organizó en Galicia, combatiendo a las tropas francesas mediante las guerrillas, hasta lograr su expulsión.
Envió a Portugal al brigadier Genaro Figueroa, con poderes y acreditaciones, para que contactase con los patriotas portugueses ya en guerra con los franceses.
La estabilidad política y el descabezamiento de la nobleza dan lugar a tres rasgos socioeconómicos propios de este periodo: Alonso III Fonseca en Santiago impulsa una Universidad (fundada en 1495) que conectará a Galicia con los saberes más elevados del momento.
Con la península bajo dominio napoleónico, la resistencia se organizó en Galicia, combatiendo a las tropas francesas empleando por primera vez en la historia, el sistema de guerrillas, hasta lograr su expulsión.
El relevo lo constituyeron la llamada Xeración Nós, con Castelao, Otero Pedrayo o Alexandre Bóveda, en torno a la revista del mismo nombre, acompañada de 1920 a la Segunda República por una preocupación por la creación de un galleguismo controlado e instrumental desde el poder político central.
En la Segunda República había dos tendencias fundamentales: la correspondiente a la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) y la contraparte en el Partido Galeguista (PG).
La represión franquista que se desató a continuación acabó con los partidos, los sindicatos y el orden democrático republicano.
[cita requerida] Galicia, aportó materias primas y energía hidroeléctrica jugando un papel importante en las políticas industrializadoras del Estado que condujeron al llamado "milagro económico español".