Historia de Costa de Marfil

En 1843-1844, el almirante Bouet-Williaumez firmó tratados con los reyes de las regiones del Gran Bassam y Assinie, poniendo sus territorios bajo protectorado francés.

Los diferentes pueblos se organizaron en ciudades-estado que sobrevivían gracias a las rutas comerciales y sin límites precisos.

Los primeros colonizadores europeos fueron los portugueses, quienes bautizaron al país por la cantidad de marfil que encontraron.

A finales del siglo XVIII se inició el colonialismo francés, con la conversión al catolicismo de los principales líderes tribales, aunque no se convirtió en propiedad oficial de Francia hasta 1893.

Negoció tratados limítrofes con Liberia y el Reino Unido (por la Costa de Oro) y más tarde comenzó la campaña contra Almany Samory, un jefe malinké que luchó contra los franceses hasta 1898.

Hasta el periodo siguiente a la Segunda Guerra Mundial, los asuntos gubernamentales en África Occidental Francesa eran administrados desde París.

La política francesa en África occidental se reflejó principalmente en su filosofía de "asociación", queriendo decir que todos los africanos en Costa de Marfil eran oficialmente "sujetos" franceses sin derechos a representación en África o Francia.

Houphouët-Boigny vino primero a la prominencia política en 1944 como fundador del Syndicat Agricole Africain, una organización que ganó condiciones mejoradas para los granjeros africanos y formó un núcleo para el PDCI.

Tras la Segunda Guerra Mundial, fue elegido por un estrecho margen para la primera Asamblea Consituyente.

Costa de Marfil ahora está dividida entre el líder rebelde Guillaume Soro y el presidente Laurent Gbagbo, quien ha bloqueado los avances diplomáticos hechos en Marcoussis y Acra—de las leyes relacionadas con las reformas políticas prometidas por Gbagbo en Acra, sólo dos de diez se han votado hasta ahora.

El lado rebelde tampoco ha mantenido sus promesas, lo cual resulta en un estado de guerra cuasi–civil.

La deuda del país ha crecido, el desorden civil ocurre a diario, y la vida política se ha vuelto en luchas personales por intereses.

Esto podría llevar a una peligrosa situación donde el gobierno se pegaría al poder, lo cual la rebelión probablemente no aceptaría.

Sin embargo, las negociaciones para resolver la disputa no lograron ningún resultado satisfactorio.