La otra versión, más habitual en el Burundi precolonial, decía que Cambarantama provenía del estado meridional de Buha.
Durante los siguientes siglos se expande, anexionándose pequeños vecinos y llegando a competir con Ruanda.
El Reino de Burundi se caracterizaba por la autoridad política jerárquica y el intercambio económico tributario.
El rey, conocido como el (U)mwami encabezaba una aristocracia ((a)baganwa) que poseía la mayor parte de las tierras y exigía un tributo o tasa de los campesinos y ganaderos locales.
Aunque los exploradores europeos y los misioneros hicieron breves incursiones en la zona tan pronto como en 1856, no fue hasta 1899 que Burundi se convirtió en parte del África Oriental Alemana.
Los alemanes utilizaron la fuerza armada con éxito, aunque no pudieron acabar con el poder del rey.
Aunque la presencia extranjera fue mínima y el poder de decisión de los reyes era tan amplio como con anterioridad, el contacto con los europeos trajo enfermedades devastadoras que afectaron tanto a los seres humanos como a los animales.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Ruanda-Urundi se convirtió en un territorio bajo fideicomiso de Naciones Unidas.
En un contexto de democracia débilmente institucionalizada, el rey tutsi Mwambutsa IV estableció una monarquía constitucional que comprendía a hutus y tutsis por igual.
Al ser un hutu, su muerte desencadenó una serie de revueltas hutus que desestabilizaron el país y tuvieron como respuesta la represión gubernamental.
En Burundi, los tutsis se aplicaron para no correr el mismo destino, de modo que gran parte del ejército y las fuerzas policiales estuvieron bajo su control.
Durante la Guerra Fría Ruanda se alineó con los Estados Unidos, mientras que Burundi lo hizo con China.
Se estima que durante este brote inicial de hutu, fueron asesinadas entre 800 y 1200 personas.
[1] En respuesta a la violencia, el presidente Michel Micombero (tutsi) proclamó la ley marcial.
[2] Las fases iniciales del genocidio fueron claramente orquestadas, con listas de objetivos que incluían a los hutu educados (la élite) y los militares entrenados.
La mayor parte del dinero se usó para comprar bienes localmente o de países cercanos; Los artículos incluían mantas, dos ambulancias, comida, ropa y transporte.
Tras su elección, el respeto por los Derechos Humanos se deterioró, ya que suprimió algunas actividades religiosas e hizo detener a miembros de la oposición política.
Los siguientes tres años consistieron en una guerra entre el gobierno hutu y las fuerzas invasoras conocidas como el Frente Patriótico de Ruanda.
En junio de 1993, en Burundi, el Partido Hutu, Front pour la Démocratie au Burundi, FRODEBU, y su candidato presidencial, Melchior Ndadaye, ganaron la elección y formaron el primer gobierno hutu en el país.
[10] Tratando de restablecer el orden, elementos del ejército de Burundi y civiles tutsi lanzaron ataques contra Hutus, incluidos civiles inocentes y rebeldes, lo que provocó "al menos tantas" muertes como las causadas por la rebelión inicial.
Sylvestre Ntibantunganya comenzó una presidencia que debía durar 4 años el 8 de abril, pero la situación empeoró.
A lo largo de toda la segunda guerra del Congo, Burundi se vio involucrado en mayor o menor medida.
[12] A continuación, su vicepresidente dimitió alegando que había sufrido "presiones enormes y amenazas de muerte".
[15] Pese a ello, Nkurunziza desmintió el golpe de Estado y anunció su regreso al país.
Además, también hubo combates para controlar otros medios de comunicación como la Radio Pública Africana.
En el anochecer del mismo día, Pierre Nkurunziza anunció que había vuelto a Burundi.
Agathon Rwasa ocupó el segundo lugar y se le atribuyó el 18,99 % a pesar de pedir un boicot.
Hubo algunas especulaciones de que su muerte estuvo relacionada con el Covid-19, aunque esto no está confirmado.
En febrero de 2021, sin embargo, Burundi se unió a Tanzania al ser las únicas naciones africanas en rechazar las vacunas del esquema COVAX: el ministro de salud Thaddee Ndikumana afirmó que “dado que más del 95% de los pacientes se están recuperando, estimamos que las vacunas aún no son necesarias”.