Originalmente sólo existía un helanódica, pero se amplió el número hasta incluso doce, aunque en 348 a. C. eran diez.
Los entrenadores personales de los atletas tenían que estar presentes, pero no podían intervenir o eran penalizados.
Los que eran seleccionados entraban en una lista especial llamada el λεύκωμα, leukoma, una tableta blanca de yeso.
Dos días antes de los juegos, los atletas que participaban abandonaban Elis para dirigirse a Olimpia en una procesión comandada por los helanódicas.
Para asegurar la imparcialidad, no se les volvió a permitir la participación en los juegos, y esto constituye la única mancha en su impecable labor.