Habitar
El diccionario metapolis de arquitectura ofrece varias definiciones para este término.La etimología latina del verbo habitar es habitare, frecuentativo de habere (tener).[1] No obstante el término guarda interpretaciones de índole filosófica, las cuales ya han sido retomadas incluso por algunos arquitectos.[2] Dentro de muchas disciplinas que emplean el término, incluyendo la arquitectura, el habitar no se piensa nunca como rasgo fundamental del ser del hombre,[3] pese a que uno y otro se vinculan estrechamente.Habiendo muchos sitios que pueden ser ocupados por algo, no todos pueden considerarse un lugar, pues este ha de coligar la Cuaternidad; por lo tanto solo el habitar puede permitir el acontecer de un lugar.El autor menciona que la identidad humana está profundamente relacionada con los lugares y las cosas.En otras palabras, el hombre reconoce lo que le es accesible a través del habitar.Por lo que habitar significaría entonces, reunir el mundo en una construcción o cosa concreta.Lo cual sucede solo cuando el sentido de las construcciones reúne las propiedades mismas del lugar y las acerca a los hombres.Asimismo, este “pertenecer a un lugar” es posible solo cuando se tiene un punto de apoyo existencial.[13] Acuerdo entre movilidad conceptual y forma figurativa, la lógica del lugar marca la medida bajo la cual la humanidad se representa a sí misma, lo cual nos acerca al “corazón de la arquitectura como lugar para vivir”.El cual ha de estudiar desde sus dimensiones complementarias: poética, retórica y hermenéutica.La primera de ellas se encuentra vinculada al concepto de habitar, pues aunque no se mencione literalmente, lo dicho por Heidegger y Norberg-Schulz al respecto, corresponde con los abordajes de la poética que el autor retoma, y que tienen su base además en Aristóteles, Kant y el propio Heidegger.[13] Así, la poética del habitar de la cual nos habla, se alcanza a través del diseño arquitectónico, centrándose en la imaginación y la sensación; al igual que Norberg-Schulz, trascendiendo las cuestiones superficiales de la arquitectura.La experiencia del habitar es, para Saldarriaga, la base fundamental de la experiencia de la arquitectura en la que interviene, definitivamente, la representación del mundo; no solo en el plano físico y psicológico, sino también en el cultural.[17] El autor hace una analogía para entender la profundidad del construir: los animales delimitan un territorio tan amplio como sus instintos y necesidades requieren; algunos construyen nidos o panales, otros cavan sus madrigueras o forman montículos como espacios propios; otras especies migran.[20] Alberto Saldarriaga menciona que habitar es “tener un lugar en el mundo desde el cual se extienden los vínculos de comunicación y participación en aquello que se ofrece como opción de vida en un territorio o una ciudad”, siendo la vivienda la expresión más directa y evidente del sentido de habitar, la ciudad se asume como su equivalente a escala colectiva.[19] El ciudadano, habituado a estar ahí, asume su experiencia como propia, por lo que no necesariamente reflexiona sobre ella.La ciudad, comenta Saldarriaga, alberga las experiencias compartidas por los ciudadanos y a la vez es fuente de ellas.“Nacer, crecer, vivir y morir en la ciudad hace del ciudadano un animal urbano, adaptado a habitar en un medio artificial dispuesto para ese fin.Deambular, recorrer en automóvil, tren o autobús, es participar en experiencias colectivas que, además de los lugares donde se llevan a cabo, conllevan la presencia de otras personas, conocidas o desconocidas.