Este último Hrolf no era en aquel momento el jarl de la futura Normandía.
Dudon de Saint-Quentin explica que, hacia el 927 Hrolf no estaba capacitado para gobernar.
[3] Una asamblea de normandos y bretones eligió a Guillermo como jefe.
Dudon presenta al jarl como un restaurador de la paz y del orden.
Lucien Musset, le describe, más recientemente, como: «el principal artesano de la resurrección normanda.
Sin embargo se ha encontrado en el Monte Saint-Michel una pieza que le designa como duque de los Bretones.
En 933 Guillermo rindió homenaje al rey Raúl por «la tierra de los Bretones situada a orillas del mar».
Los historiadores consideran, habitualmente, que esta concesión concernía a Cotentin y Avranchin, regiones cedidas a los bretones por un rey carolingio sesenta y seis años más tarde.
No obstante, Kart-Ferdinand Werner,[7] advierte que no se tiene ninguna prueba fehaciente de que el décimo jarl de Ruan dominara, efectivamente, estos confines occidentales.
Hacia el 934 Guillermo se encontró enfrentado a una rebelión de normandos dirigidos por Rioulf (Herjólfr).
Unas veces aliados, otras enfrentados, apoyaban o se oponían al rey indistintamente.
Una vez recuperada su ciudad, Herluin rindió homenaje de fidelidad a Guillermo, por Ponthieu.
Los normandos controlaban la Picardía marítima impidiendo, de esta manera, la expansión del principado flamenco hacia el Sur.