Fue una guerra muy sangrienta e incluye la terrible batalla de Mursa Major, significando un desgaste tremendo para el imperio y permitiendo una serie de invasiones (francos, alamanes y sajones) que sólo Juliano el Apóstata pudo contener.
Inicialmente Constancio pareció aceptar el hecho consumado, pero pronto apoyo a otro usurpador, Vetranio, que se proclamó césar en Iliria el 1 de marzo para distraer a Magnencio mientras concentraba un gran ejército para acabar con el asesino de su hermano.
Constancio se distrajo negociando una paz con el Imperio sasánida, a la vez que un intento del usurpador de pactar una alianza matrimonial con Magnencio e impedir la guerra fue rechazado por el emperador oriental.
Constancio responde enviando 10.000 soldados por Dalmacia, que intentan invadir Italia pero son vencidos por el usurpador con 36.000 combatientes en los Alpes julianos.
A comienzos del invierno Magnencio se hace con Sirmio, invade Macedonia con 6.000 soldados y practica una táctica de tierra quemada.
Los 6.000 hombres de Magnencio son vencidos mientras se retiran, permitiendo al emperador hacerse con Sirmio.
Al año siguiente, Constancio envía 20.000 hombres a Italia para cortar la retirada de su rival, pero Magnencio reacciona y los destruye en los Alpes julianos.
El usurpador abandono a sus hombres mientras su exitosa ala derecha continuaba aguantando toda la noche hasta ser completamente aniquilada en la mañana siguiente.
Por su lado, en Hispania sus partidarios se habían refugiado en la Bética, donde rechazaron las ofensivas de los leales a Magnencio aunque Albino murió en combate.
Tras esto descendió sobre Roma para iniciar una serie de purgas contra los partidarios del usurpador, unos 2.000 nobles fueron asesinados, especialmente en la Toscana.
Entre tanto, los alamanes ayudados por los francos vencían en varios combates a Magnencio, que estableció su campamento en Lugdunum.
Después de Mursa Major, Constancio envía tres legiones a África, donde rápidamente conquistan Cartago.