Hofmans llegó a tener una fuerte influencia sobre la reina, alentando en ella ideas pacifistas, lo que en plena Guerra Fría causó una fuerte crisis en la casa real, que llegó al punto de amenazar el matrimonio de Juliana y Bernardo.
A causa del secretismo que impusieron las autoridades y la autocensura de la prensa holandesa, el asunto Hofmans cobró vida propia.
Hasta su muerte, Hofmans siguió teniendo seguidores en las altas esferas que la consideraban la personificación de la bondad: sobria, tranquila, nada interesada y dedicada a sus semejantes.
Otros la veían como una peligrosa bruja, una charlatana intrigante, o en el mejor de los casos, una ingenua.
En noviembre de 2008, el historiador holandés Cees Fasseur reveló en su libro Juliana y Bernardo.