Los métodos de grabación analógica graban las señales originales como registros continuos en o sobre un soporte ideado al efecto.
El fonógrafo, inventado por el conocido inventor Thomas Edison en 1877, fue la primera máquina usada para capturar y reproducir sonido analógicamente.
Mientras el cilindro gira, la aguja sigue el patrón creado por la sesión previa de grabación.
[4] El último problema con el fonógrafo era la fidelidad, es decir, la relación de semejanza o diferencia que hay entre el sonido original grabado y ese mismo sonido que ha sido reproducido después por algún dispositivo, en este caso el fonógrafo.
Los cilindros metálicos usados previamente eran relativamente voluminosos y esto los hacía ser difíciles de guardar.
[4] Berliner se dio cuenta de estas desventajas y se dispuso a crear una versión mejor del cilindro revestido con una lámina metálica.
Su resultado no fue un cilindro en absoluto, era un disco plano circular muy parecido a los vinilos modernos.
[4] Desafortunadamente, aunque el gramófono fue una gran mejora respecto al fonógrafo comercial, todavía seguía presentando algunas deficiencias parecidas.
Esta máquina era muy diferente del gramófono y del fonógrafo, ya que en lugar de grabar el sonido mecánicamente, utilizaba un proceso basado en un dispositivo electromagnético.
[4] En 1935, el inventor Fritz Pfleumer retomó la idea de la grabación electromagnética y la llevó al siguiente nivel.
El magnetófono operaba con un proceso casi idéntico al del telegráfono.
Estos cambios eran traducidos en una corriente eléctrica, que cuando se amplificaba producía una réplica de los sonidos previamente grabados.
[4] La cinta de grabación tenía varias ventajas, pero la más importante era que permitía el desarrollo de la multipista, permitiendo que múltiples tomas de una ejecución, que podían haber sido grabadas en momentos distintos, se pudieran unir para formar una sola.
Específicamente, el problema de la baja fidelidad presente en los dispositivos anteriores aún tenía que resolverse.