El gorjal era la primera pieza metálica que se vestía al ponerse el arnés.
Consistía en un cuello de hierro dividido en dos piezas articuladas a fin de poderlo ajustar, el cual llevaba una falda o avance semicircular o poligonal que cubría la parte superior del pecho, y otro que cubría las espaldas, uniéndose ambos sobre los hombros.
El gorjal se utilizó mucho con el almete porque este casco, como la celada de encaje, necesitaba un cuello que lo detuviera y sujetara para dejar libre el movimiento de la cabeza dentro del casco.
A finales del mismo, se empleaban en Inglaterra unos gorjales a los cuales iban unidos los guardabrazos u hombreras, que estaban compuestos de láminas articuladas.
También se debe citar otro gorjal semejante, damasquinado y cincelado, que perteneció a la armadura de Francisco I de Francia, obra como aquel del renacimiento italiano.