[3] La madre, María Lunardini (1850-1926), dirigía una panadería propia, con la que pudo garantizar los estudios a su hijo, quien así pudo matricularse en una de las escuelas más prestigiosas de Alejandría en Egipto, la École Suisse Jacot.
[1] A la figura materna le dedicará el poema La madre, escrito en 1930, cuatro años después de su muerte.
El propio Ungaretti tenía una enfermera de Sudán, una criada croata y una cuidadora argentina.
Así comienza a leer, entre otros, las obras de Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Giacomo Leopardi, Friedrich Nietzsche y Charles Baudelaire, este último gracias a su amigo Mohammed Sceab.
En 1912, después de un breve período en El Cairo, abandonó Egipto y se fue a Francia.
En París, asistió durante dos años a las conferencias del filósofo Henri Bergson, el filólogo Joseph Bédier y Fortunat Strowski, en la Sorbona (presentando una ponencia sobre Maurice de Guérin con Strowski) y otros en el Collège de France.
Habiendo entrado en contacto con el entorno artístico internacional, propio de la ciudad en esa época, conoció a Guillaume Apollinaire, con quien entabló una sólida amistad, Giovanni Papini, Ardengo Soffici, Aldo Palazzeschi, Pablo Picasso, Giorgio de Chirico, Amedeo Modigliani y Georges Braque.
En 1913 muere su amigo de la infancia Moammed Sceab, suicidándose en la habitación del hotel en la rue des Carmes, que compartía con Ungaretti.
En Francia, Ungaretti filtró sus experiencias anteriores, perfeccionando sus conocimientos literarios y su estilo poético.
Después de las batallas en el Karst (Carso), comenzó a llevar un cuaderno de poemas, que luego fueron recopilados por su amigo Ettore Serra (un joven oficial) e impresos, en 80 copias, en una imprenta en Udine en 1916, con el título Il porto sepolto.
El libro refleja sus experiencias en la guerra, en la que se ha encontrado con la humanidad más pobre, la del dolor cotidiano.
En 1928, sin embargo, madura su conversión religiosa al catolicismo,[13] como también atestigua la obra Sentimento del Tempo.
En torno a su cátedra se formaron algunos de los intelectuales que luego se distinguirían por importantes actividades culturales y académicas, como Leone Piccioni, Luigi Silori, Mario Petrucciani, Guido Barlozzini, Raffaello Brignetti, Raffaele Talarico, Ornella Sobrero y Elio Filippo Accrocca.
[15] En 1958, el poeta sufrió un serio duelo: su amada esposa Jeanne murió tras una larga enfermedad.
Ungaretti, en medio del pesimismo con que contempla la trágica condición humana, encuentra un mensaje de esperanza para los hombres.
En sus últimos años Giuseppe Ungaretti entabló una relación sentimental con la ítalo-brasileña Bruna Bianco (cincuenta y dos años más joven que él), a quien conoció por casualidad en un hotel de Sao Paulo, donde asistía a una conferencia.
En 1968 Ungaretti alcanzó un éxito especial gracias a la televisión: antes de la emisión del film televisivo La Odisea de Franco Rossi, el poeta leyó algunos pasajes del poema homérico, influyendo en el público gracias a su expresividad como declamador.
El adjetivo se presenta rico de resonancias y la analogía no resta pujanza al discurso.