Giulio estaba solo y no pudo hacer nada cuando el cardenal Hipólito ordenó a sus soldados tomar, apuñalar y matar a Giulio.
La orden se cumplió parcialmente, ya que Giulio fue brutalmente golpeado y apuñalado en ambos ojos.
La conspiración se llevó a cabo torpemente: los conspiradores trataron de matar a Alfonso I en cuatro ocasiones diferentes con dagas envenenadas.
Hipólito pronto descubrió su trama: todos los aliados de los dos perpetradores fueron condenados a muerte, mientras que para ellos, la pena fue reducida a cadena perpetua en las mazmorras del castillo de Este.
Se encuentra enterrado en el Monasterio del Corpus Domini, en Ferrara.