Allí, ya dedicado plenamente a la pintura, se aproximó al movimiento divisionista con una temática de paisajes alpinos y escenas religiosas.
Hacia 1888 Segantini trabó una fuerte amistad en Milán con un pintor que ya había alcanzado gran fama, Francesco Filippini, quien le dedicó la obra "Impresión de la laguna".
Su arte se hizo complejo en poco tiempo, al saber conjugar la riqueza cromática y los efectos lumínicos del postimpresionismo con un dibujo de líneas academicistas.
Aunque predomina en ellos la visión de la naturaleza serena y acogedora para el hombre, no faltan casi nunca ciertos elementos perturbadores, como la presencia del tema de la muerte o las penurias del trabajo.
Sus obras también muestran paralelismos con Munch y Van Gogh, con los que comparte la visión dramática de la naturaleza; en su admiración por los paisajes y los tipos humanos rústicos también pueden establecerse similitudes con la obra de Millet.