Para ello, investigó en toda Francia tomando como referencia a 639 localidades (y un informante para cada localidad) y usando un cuestionario de 1900 preguntas que fue usado por el dialectólogo Edmond Edmont, que transcribió las respuestas en alfabeto fonético.
Si bien el más importante después del hito que marcó Guillierón fue el Atlas Italo-Suizo de Karl Jaberg y Jakob Jud, que estudiaba los dialectos retorrománicos y los italianos.
Las innovaciones más relevantes de este atlas fueron el cuestionario, donde se agrupaban los conceptos según un orden lógico dentro de bloques semánticos, donde primaba el léxico sobre la fonética, donde la lengua se enlazaba con la cultura popular, etc.
El AIS incluía además dichos, creencias, cantos pupulares asociados a animales, juegos y muchas otras manifestaciones de la cultura popular.
Posteriormente, a partir del ALE se inició el proyecto de creación del Atlas Lingüístico Románico (ALiR), formado por diferentes mapas, con sus correspondientes comentarios, en los que se incluyen los trazos comunes y distintivos a las distintas lenguas romances europeas.