Los científicos autofinanciados practicaron sus artes más comúnmente a partir del Renacimiento y hasta el fin del siglo XIX, o sea incluyendo la llamada era victoriana, y ello sobre todo ocurrió en Inglaterra, antes que en el siglo XX el gobierno comenzara a ser el gran mecenas de los proyectos de investigación y desarrollo, junto a otras fuentes de financiamiento corporativas.
Pero por otra parte, también el exceso de libertad y la falta de controles pueden dar sus frutos en descubrimientos casuales, y ello no tiene por qué perderse del todo en los proyectos formales con financiamiento externo, ya que siempre suele haber huecos o intervalos en las diferentes etapas, con menor o poca presión ejercida sobre los científicos, y esos tiempos siempre podrían ser utilizados para el divague científico, la libre especulación, y la vagancia creativa.
En la actualidad, también hay científicos que de una u otra forma logran autofinanciamiento total o parcial para sus propias investigaciones, y entre ellos puede incluirse por ejemplo a: (1) Stephen Wolfram (quien financia sus trabajos con la venta de software relativo a matemática); (2) Julian Barbour, Aubrey de Gris, Barrington Moore, y Robert Edgar;[3] (3) Susan Blackmore;[4] James Lovelock.
[4] Peter Rich dijo en relación con Peter D. Mitchell: "I think he would have found it difficult to have gotten funding because his ideas were rather radical".
Y por su parte, el químico Luis Leloir fue quien en forma parcial financió el instituto de investigación que dirigía, el Institute for Biochemical Research en Buenos Aires, Argentina, habiendo ganado también el premio Nobel de química en el año 1970.