En esa situación le conoció Tintín, en La oreja rota, que fue nombrado ayudante de campo del general.
Algún tiempo después hubo otra revuelta, y Tapioca tomó el mando.
Alcázar tuvo que huir a Europa y, tras practicar varios oficios, acabó siendo Ramón Zárate, lanzador de puñales, ocupación que también se vio obligado a abandonar al largarse su partenaire Chiquito (Las siete bolas de cristal).
Alcázar se refugió entonces en la selva con un grupo de guerrilleros, Los Pícaros.
Su no muy aguda inteligencia le llevó a comandar un ejército con sólo 49 cabos por 3.487 coroneles; aunque en el fondo es un buen tipo.