Autogamia

[1]​ En las especies autógamas, las flores con frecuencia son pequeñas, con piezas florales inconspicuas, producen escasa cantidad de polen y no presentan fragancia ni néctar.

Las flores de las especies cleistógamas, en general, son pequeñas, pasan inadvertidas, presentan pedicelos cortos y en muchas ocasiones están asociadas a floración subterránea (Arachis, Paspalum amphicarpum).

[3]​[4]​ Cuando la polinización ocurre entre flores distintas del mismo individuo se habla de geitonogamia, situación común en especies con floración masiva, como el lapacho (Tabebuia heptaphylla) o el palo borracho (Ceiba speciosa).

Su desventaja es que las poblaciones constituidas por un único genotipo presentan menor plasticidad adaptativa; esto es, una capacidad reducida de hacer frente a los cambios del medio ambiente.

Si, en cambio, tal individuo fuera autógamo, podría producir descendientes y permitir que una población de su especie se establezca en un nuevo lugar o nicho ecológico.

O sea, si los óvulos que se habrían podido usar para ser fecundados por otra planta son autofecundados, la descendencia tendrá menor eficacia biológica.

Flor de trigo observada bajo el microscopio. Se observa el ovario redondeado, los tres estambres y el estigma dividido en dos ramas plumosas. Esta especie presenta flores pequeñas, sin pétalos ni sépalos y, en la gran mayoría de los cultivares, la polinización ocurre antes de la apertura de la flor o antesis. Por lo anterior se dice que es una especie autógama.