El galo (en latín, gallus) fue un sacerdote de la antigüedad consagrado a la diosa Cibeles.
Con este motivo llevaban sobre un carro o asno una estatua de Cibeles e iban de un pueblo a otro diciendo la buenaventura, prediciendo lo venidero y haciendo el oficio de charlatanes, engañando y seduciendo a la gente crédula.
Los primeros galos llegaron a Roma cuando el Senado adoptó oficialmente a Cibeles como una diosa estatal en el 203 a. C., Hasta el siglo I, los ciudadanos romanos tenían prohibido hacerse galos.
Es difícil encontrar más información sobre ellos, dada la persecución a la que se enfrentaron los seguidores de Cibeles y otras deidades paganas tras el edicto teodosiano del año 391.
Sin embargo, en tal caso, gallus habría sido tomado prestado de Asia o Grecia, donde significaba eunuco.