Publicado en 1785, Kant concibe su investigación como un trabajo de éticas fundamentales, una que despeja el camino para futuras investigaciones al explicar los conceptos centrales y los principios de una teoría moral, mostrando que éstos son normativos para agentes racionales.
Él entonces trabaja al revés desde ahí para probar la relevancia y peso de la ley moral.
Esta se ocupa solamente con la forma de pensamiento en sí y no con algún objeto en particular.
La parte empírica de la física trata con fenómenos contingentemente verdaderos como qué tipo de entidades físicas existen y las relaciones en las que éstas se sostienen; la parte no empírica trata con conceptos fundamentales como el espacio, el tiempo y la materia.
Es con este significado de necesidad en mente, que el libro intenta establecer una ética pura "a priori".
El argumento está basado en la suposición de que nuestras facultades naturales tienen propósitos distintos para los cuales son más adecuados y es cuestionable si Kant puede acogerse a este tipo de argumento.
Kant piensa que nuestras acciones solamente tienen valor moral y merecen aprecio cuando están motivadas por el deber.
Kant piensa que todas nuestras acciones ya sean motivadas por inclinación o moralidad deben seguir algunas leyes.
Así, Kant llega a su imperativo categórico bien conocido, la ley moral referenciada en la discusión anterior del deber.
Kant observa que los humanos son muy buenos para engañarse a sí mismos cuando se trata de la evaluación de las motivaciones para actuar, y por lo tanto, incluso en circunstancias en las que los individuos se creen estar actuando desde el deber, es posible que estén actuando solo en conformidad con el deber y estén motivados por algún deseo contingente.
Por ejemplo, si una persona quiere calificar para los nacionales en “ultimate frisbee” el reconocerá y consultará las reglas que le digan cómo alcanzar ese objetivo.
Los imperativos hipotéticos proporcionan las reglas que un agente debe seguir cuando se adopta un extremo contingente (fin basado en deseo o inclinación) Entonces, por ejemplo si yo quiero helado, iría a la heladería o a hacerme un poco de helado.
Por lo tanto, una ley moral nunca podría descansar en imperativos hipotéticos que solo se aplica si uno adopta un fin particular.
El imperativo categórico es válido para todos los agentes racionales independientemente de los fines variables que una persona pueda tener.
Por ejemplo, una persona puede tener una máxima de nunca ayudar a otros cuando lo necesitan.
Si en un intento de universalizar una máxima resulta en contradicción en su concepción, este viola lo que Kant llama el deber perfecto.
Si resulta en “contradicción en querer”, este viola lo que Kant llama el deber imperfecto.
Kant piensa que tenemos deberes perfectos e imperfectos tanto para nosotros como para los demás.
Sin embargo, Kant piensa que también tenemos un deber imperfecto para avanzar en el fin de la humanidad.
es en no ver esta distinción que Kant cree sus predecesores han fracasado: sus teorías habían sido todas heterónomas.
En la sección III, Kant argumenta que tenemos una libre elección y por consiguiente moralmente legislador de sí mismo.
Kant abre la sección III al definir la voluntad como la causa de nuestras acciones.
Mientras que los seres humanos experimentan el mundo en tres dimensiones espaciales y que se extienden en el tiempo, nosotros no podemos decir nada acerca de cómo la realidad es en última instancia desde la perspectiva del ojo de Dios.
Es la distinción entre estas dos perspectivas que Kant apela a explicar cómo la libertad es posible.
Si te consideras como parte del mundo de las apariencias, entonces no puedes pensar por ti mismo al tener una voluntad que trae consigo cosas.
Esto es el mismo tipo de movimiento que hizo anteriormente en esta sección.
Kant advierte que no podemos sentir o intuir este mundo del conocimiento.
Schopenhauer específicamente señaló el imperativo categórico etiquetándolo como algo frío y egoísta.
Mientras se declaraba públicamente un kantiano e hizo claras y atrevidas críticas a la filosofía hegeliana, él fue rápido e imparable en su análisis de las inconsistencias a lo largo del desarrollo del trabajo de Kant.
[2] La primera traducción realizada por Manuel García Morente en 1921 es la más reconocida y utilizada, por ser fidedigna al estilo del texto alemán.