Hoy día cuenta con un museo dedicado a su obra, el Museo Salzillo, que alberga algunas de sus obras más características, como el belén o los ocho pasos que procesionan el Viernes Santo en la llamada procesión de los Salzillos.
Su padre, Nicolás Salzillo, era un escultor italiano, procedente de Santa Maria Capua Vetere, que unos años antes se había afincado en Murcia.
Toda la vida de Francisco Salzillo tuvo lugar en Murcia, donde se hizo con un nombre y una fama que trascendieron lo meramente artístico.
Se trata de una cantidad exagerada, ya que la cifra estaba basada en una publicación en la que Luis Santiago Bado, periodista murciano contemporáneo del escultor y primer biógrafo suyo,[5] declaraba: Los grupos procesionales habían sido considerados como un grupo homogéneo, pero las demás obras se habían cuantificado sin medida.
Fue su primera incursión en la iconografía pasionaria, de la que se convertiría en un gran maestro.
Basado en origen en la tradición del Pesebre napolitano, crearía una auténtica escuela de belenes que perdura en Murcia hasta nuestros días.
Por medio de su padre Nicolás recibió la influencia de escultores italianos como Bernini y Andrea Bolgi, aunque la obra del escultor francés Antonio Dupar y la tradición española también estuvieron presentes en su formación.
[7] A diferencia de los grandes autores del siglo XVII, como Montañés o Gregorio Fernández, Francisco Salzillo no profundizaría en los aspectos dramáticos de las escenas, ahondando en conceptos naturalistas y de idealizada belleza que serán ya transición del final del Barroco al Rococó y al Neoclasicismo.
Salzillo creó escuela, la llamada Escuela Murciana de Escultura, que trascendió a su época y que ha permanecido vigente hasta nuestros días pues, tanto sus primeros seguidores como los que se han ido sucediendo hasta la fecha, han perpetuado los modelos y tipos iconográficos y estilísticos de Francisco Salzillo.
Por su parte, Roque López se comprometió mediante contrato en 1765, año en el que Salzillo inauguró su academia doméstica.
Asimismo, es sabido que el taller de Salzillo mantuvo contactos con el arquitecto y escultor Jaime Bort, aunque únicamente en el mundo del retablo.
Tras recibir un encargo, Salzillo dibujaba en papel la idea original, con sus rasgos tridimensionales sugeridos con el empleo de tintas y sombreados.
El siguiente paso era modelar el boceto, para lo cual empleaba materiales como la arcilla, el yeso o la cera.
No todos los bocetos se verían plasmados en la obra definitiva, sino que a veces servirían solo como experimentación, razones por las que eran como un libro instructivo para oficiales y obradores durante su proceso de aprendizaje.
Los miembros del taller quedaban sometidos a la disciplina de Salzillo, cuya personalidad y calidad como escultor iban trazando el estilo a seguir, con el resultado de una gran uniformidad en todas las obras que salían del mismo.
Su concepto de la imagen y del color se veía reflejado en todos los pasos a seguir hasta llegar al resultado final.
Desde la creación en 1752 de la Academia de San Fernando, diversas academias oficiales estaban sustituyendo el clásico modelo empírico y personal por un método según el cual el estudio era la base fundamental para adquirir nuevos conocimientos.
[15] El Museo Salzillo, situado en la plaza murciana de San Agustín, está íntegramente dedicado a la obra del escultor.