Sin embargo, Francisco jamás llegó a poblar ni poseer estas tierras de forma efectiva.
El fraile ya había sido expulsado de Asunción y Santa Fe por ser agresivo.
En Paraguay, su superior debió pedirle que se fuera cuando salió a la calle con un arcabuz.
En Buenos Aires, con el cargo de guardián del convento de San Francisco, el fraile Romano había “hecho y dicho deshonor a los vecinos de la ciudad y a las mujeres casadas”, y “por un desacato corrió con un palo al teniente Pedro Verdún por la plaza mayor”.
En este tiempo estuvo con Hernando Arias de Saavedra con quien participó en excursiones contra los indígenas que se rebelaban en esa región.
En 1609 recibió su inscripción como accionero de vacaje cimarrón, y fue autorizado por el cabildo a sacrificar 20 reses.
En 1615 recibió licencia para cargar y exportar cueros, carnes saladas, sebo y otros frutos, ya que fue calificado como “segundo poblador” de la ciudad de Buenos Aires.
En estas tierras se dedicaba sobre todo a la agricultura, y apareció en 1611 en una lista de vecinos agricultores que debían guardar determinada cantidad de harina para abastecer la ciudad.
En ese momento declaró tener cuatro caballos, cuera (rebenque), celada, escopeta, una libra de pólvora y una madre mecha.
Fue así que, casi todas las escrituras otorgadas por los vecinos, testamentos, compra-ventas de inmuebles y esclavos, hipotecas, capellanías y toda clase de contratos fueron firmados por él.
[11][10] En 1607, Francisco Pérez de Burgos aportó cuatro pesos en la colecta realizada por el cabildo para retener en la ciudad al barbero Jerónimo Miranda, quien había resuelto irse porque no recibía el salario necesario para mantenerse.